Barra Vieja, es un símbolo de la injusticia que se aplica en Honduras. Pretenden desplazar a los pobladores para beneficiar a empresarios del turismo.
Tegucigalpa, Honduras 25 de abril de 2021.- Barra Vieja es una pequeña comunidad de pescadores humildes, entre la Laguna de los Micos y el Mar Caribe, al este del municipio de Tela, en el Norte de Honduras.
Gracias al control de los medios de comunicación, son muy pocos los que saben que esta pequeña comunidad libra una batalla judicial, contra la empresa privada de Honduras.
El Ministerio Público de Honduras acusa a los garínagu de usurpadores de tierras, bajo la premisa de que son propiedad de la Empresa Nacional Portuaria.
La realidad de las cosas es que de tras de todo esto, están los empresarios del proyecto Indura Beach
Concretamente, intentan desalojarlos, para ubicar en su sitio uno o varios proyectos turísticos.
El caso está en la Corte Suprema de Justicia y la comunidad espera el fallo.
A primera vista, se ve que el caso es una maquinación perversa para afectar a los pobladores. Es obvio que la tierra es de los garífunas, sino fuera así, no había caso. La comunidad manifiesta que Barra Vieja inició a formarse hacia 1885.
Y es que, la empresa privada en Honduras es muy poderosa, nadie osaría en invadir sus tierras. Tienen el dinero para echar a andar la maquinaria de corrupción y ganar los casos.
Proteger a los débiles
Por otra parte, el Estado debería de proteger a los más débiles, pero no en Honduras. Un país seriamente cuestionado por los organismos de derechos humanos.
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Es así, como sucede aquí, lo que el sociólogo estadounidense acunó como “el efecto Mateo”: “Al que más tiene, más se le dará, y al que menos tiene se le quitará para dárselo al que más tiene”. Es la era de la desigualdad.
Pésima carretera
Para llegar a Barra Vieja, se transita por una carretera llena de cráteres, con interminables nubes de polvo, sin señales y por supuesto, sin luz eléctrica.
Al estar ahí, queda claro por que los empresarios quieren quedarse con el lugar. Es una belleza.
Es como que el tiempo se hubiera detenido. Naturaleza virgen, en la orilla de la laguna se ven pescaditos alimentándose, esta es una excelente señal de la salud del sistema.
En el lugar, se escuchan el sonido de las aves y por supuesto un paisaje de ensueño.
Por el otro lado, el mar con olas de un blanco exagerado, más las cristalinas aguas que besan la playa.
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Cerca de Barra Vieja, hay otra comunidad garífuna: Miami. También resiste a la voracidad de los “dueños de Honduras”, pero resiste, esperando que la divina providencia calme la voracidad a los que ya tienen mucho y quieren más.
Entre Barra Vieja y Miami hay un camino de arena, rodeado de arbusto de playa.
El acceso a estas comunidades es difícil, pero es una bella aventura. Es aquí donde nos preguntamos cómo tan cerca de lo urbano, se está tan lejos del desarrollo.
La respuesta es sencilla: discriminación y marginación.
Intento de desalojo en el 2014
Barra Vieja es un símbolo de lo mal que caminan las cosas en Honduras. En 2014, en dos oportunidades los desalojaron, el 6 de agosto y luego el 30 de septiembre.
En esa oportunidad, un comando del ejército y un grupo de policías llegó para desalojar el lugar. Lo que encontraron fueron humildes pobladores.
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Los soldados, se metieron a las covachas de caña brava y sacaron de ahí camas viejas, pertrechos y otros artículos como ollas deformadas en las que los pobres cocinaban sus alimentos.
Fue una humillación y una muestra que la justicia en Honduras superó cualquier límite de la ética, moralidad y humanidad.
A propósito de ello, durante una gira de sensibilización que hicieron miembros del Patronato de Barra Vieja por Tegucigalpa se conoció un pasaje duro para los pobladores.
El entonces presidente del Patronato de Barra Vieja, aseguró que ripostaron a un oficial que si abandonaban Barra Vieja para donde se iban, la respuesta del uniformado fue: Esperen que el mar se seque para irse a vivir allí. VER NOTA
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