Recuerdo bien mi 28 de junio de 2009. Una noche antes yo había estado en una radio hablando de deportes y en la despedida con los colegas fue prolongada, precisamente, hablando de lo que pasaría, por supuesto a que ninguno de nosotros se le ocurría un golpe de estado. Al llegar a mi casa casi a la media noche, me dedique a ver a José Manuel Zelaya Rosales que contestaba llamadas del público en un programa de la Televisión Nacional de Honduras (TNH).
Parecía mentira, pero no lo era. Parecía una película y tampoco lo era.
Aquello fue terrible, la gente manifestando sus inconformidad y rechazo a las fuerzas militares y estos parados con actitud de omnipotente. Recuerdo que pasaron muchos minutos de confusión no se sabía donde estaba el Presidente, hasta que surgió la bomba que lo tenía en la Base Aérea de Tegucigalpa y posteriormente que había sido abandonado en la pista del aeropuerto Santamaría. A través de CNN veríamos a Mel después en Conferencia de Prensa. En esos momentos había una confianza de que la gente le daría vuelta al Golpe, pero cerca del medio día mientras el pueblo estaba en las calles, en el Congreso imponía como Presidente al despreciable Roberto Micheletii.
El Congreso se fundamentó en una supuesta carta de renuncia de José Manuel Zelaya, lo extraño es que si renunció porque lo sacaron, lo dejaron tirado en Costa Rica y por qué hicieron disparos en su casa. Sencillamente la renuncia nunca existió.
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