Ocurrió en 1879 y es una historia transmitida de generación en generación, hasta llegar a quienes actualmente viven en la comunidad de Punta Piedra.
Por: Claudia Mendoza
Tegucigalpa, Honduras 15 de octubre de 2017.- Acababan de llegar desde tierras lejanas a tierras y costas desconocidas. No había detrás de aquél grupo más que un pasado lleno de guerras, de esclavitud, de sangre y de dolor. Sin saber a qué peligros se enfrentarían en el camino, o si volverían a ser aprisionados por sus captores, aquél grupo de garífunas decidió avanzar por la espesura de árboles y plantas propias de la zona, en busca de un espacio en dónde reconstruir su vida.
Se alimentaron de lo que en el camino encontraron entre la naturaleza. Pero los ejércitos de plagas, particularmente de jejenes, les convirtieron los días y las noches en verdaderos infiernos.
Así, intentando huir de las plagas, llegaron primero a una zona que se conoció como Río Zarco, cerca de Vallecito, en el municipio de Limón. Posteriormente, avanzaron hasta el Manacal y finalmente llegaron a Hurraco, zonas del municipio de Iriona. Cansados ya de las caminatas, con hambre y enfermos, decidieron enviar una comitiva que encabezaron Sana y Bregal, quienes avanzaron en busca de un lugar apto para el grupo.
El trayecto que recorrieron fue corto. Pronto se toparon con unas imponentes, hermosas y apacibles playas que, combinadas con la ausencia de plagas y teniendo en sus alrededores tierras aptas para el cultivo, invitaban a convertirse en su nuevo hogar.
Fue entonces que mientras inspeccionaban la zona, sorpresivamente vieron como sobresalía, de forma majestuosa, una inmensa piedra con un pico apuntando hacia la gran extensión del mar. Aquella imagen hizo que sin pensarlo, a aquel recóndito lugar se le diera un nombre: Punta Piedra.
Eso ocurrió en el año 1879 y esta es la historia que ha sido transmitida de generación en generación, hasta llegar a quienes actualmente viven en la comunidad Garífuna de Punta Piedra, en el municipio de Iriona, departamento de Colón, Honduras, como el origen de un pueblo que lleva más de dos décadas luchando por recuperar parte de su territorio y cuidando que, por la belleza del lugar, no les arrebaten el que les queda.
Esta historia me la contaron don Antonio Bernárdez y don Doroteo Tomás, dos ancianos y líderes de Punta Piedra. Para que perdure en el tiempo.
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